Señalar con precisión absoluta el momento en que empieza a gestarse, es casi imposible. La “política de conciliación” comenzó a dejar de operar y, para los disidentes, el régimen de Díaz se mostraba como un servidor cada día más exclusivo de una nueva entidad social y económica: la oligarquía adinerada, ligada estrechamente cada vez más con los intereses extranjeros.
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